Coronavirus, claro, ¿de qué otra
cosa puede hablarse en estos días? Quizá del precio del petróleo, pero con la
temática que nos atañe aquí hoy, puede ser un mero ejemplo más. Los números. En
la Administración Pública, quien controla los números controla todo, desde las
facturas fraudulentas de productos a sobreprecio hasta las declaraciones de los
presupuestos, los números están en todas partes y son la herramienta más
práctica de transparencia, que refleja y arroja todas las respuestas que se
necesitan, clarifica y demuestra como los programas y las estrategias funcionan
o fracasan, son la medición por antonomasia del mérito o el fraude, y en los
tiempos que vivimos actualmente son la clave para entender la propagación del
virus, pero… ¿Son reales?
Vaya, preguntar si los números son
reales es tan absurdo como preguntar si el virus mismo es real, e
independientemente de la respuesta que le demos a estas cuestiones, no son el
punto medular. Al preguntar si los números son reales, cuestionamos la
veracidad del discurso que lo acompaña. Jamás olvidaré cuando la crisis se
estaba dando únicamente en China, en lo que pareciera ser una eternidad atrás,
iba en mi automóvil escuchando la radio al iniciar el día, y dieron las cifras:
“China reporta ochenta mil infectados,
treinta y seis mil recuperados y mil doscientos muertos, ¡Mil doscientos! ¡Vivimos
una pandemia mortal! ¡VAMOS A MORIR TODOS!” Y luego el locutor se lanzaba
por la ventana.
Bueno, no fue así, pero los números
si estaban de ese modo y ciertamente, el enfoque fueron los mil doscientos muertos.
Ojo, no se trata de demeritar el peligro que implica un virus para el que no se
ha desarrollado una vacuna, o por lo menos no se ha difundido alrededor del
globo, pero si usamos los números… ¿No estamos hablando de una tasa de
mortalidad del 2%? Ahora, pongamos el contexto claro, Europa está aterrada
porque es un “Mundo de Viejos”, una población que no se compara ni en sus más
altos delirios a la de México, la de la India o China, y que además posee una
pirámide demográfica invertida por el hecho de que después de la Guerra, la
gente se decantó por no tener hijos, así que sin duda Europa es un foco de
preocupación por la situación tan complicada que posee en los estándares del
Coronavirus, pero… ¿El resto del mundo?
Sin duda el sistema es astuto y sabe
cómo manejar un discurso. Es simplemente brillante escuchar “En Nueva York se hacen fosas comunes para
todos los muertos por Coronavirus”, sin embargo, ¿es esto que el virus es
tan letal que no existe sistema capaz de contenerlo? ¿O el sistema está ya tan
viciado que es incapaz de contener un evento imprevisto?
El peligro de romper la cuarentena
no es el contagio, puesto que en la mayoría de los casos la recomendación es
cama por dos semanas cuidando que la fiebre no suba de temperatura, sino el que
el sistema de salud y funerario sea superado, cosa que los días recientes han
demostrado que no es difícil. Los números, una vez más, son la clave; para
comprender la naturaleza de nuestra situación actual hace falta reflexionar
sobre los números. Encontrarse con una proporción de 40 recuperados por cada
100 infectados, de los cuales además encontramos una proporción de 2 personas
fallecidas, nos dice mucho, como el virus tiene una tasa de infectividad alta,
pero una tasa de mortandad baja.
Los medios han confrontado la
estadística del gobierno, al menos en México (Se lee como algo muy valiente o
muy arriesgado, pero en realidad rayó lo patético), desvirtuando la palabra del
endiosado sub-secretario Hugo López-Gatell en favor del gobernador de Baja
California, Jaime Bonilla Valdez, con el argumento de que los casos de su
entidad eran más que los reportados por el sub-secretario, y que los números
estaban siendo alterados. Hugo López-Gatell y el presidente López Obrador
confrontaron directamente las palabras del locutor Javier Alatorre, quien se
retractó y dijo nunca haber llamado a la desobediencia. Independientemente de
quién dijo qué y a quién se le dé el beneficio de la duda en todo esto, debemos
entender que el juego de poder es misterioso para quienes lo vemos desde fuera.
Todo esto nos lleva a dos puntos en
concreto: el primero de ellos es que el Sistema de Salud está completamente
superado y no existe estrategia alguna que pueda ser efectiva ante una situación
de catástrofe tan repentina (Y relacionada a esta conclusión está al inicio de
esta breve semblanza una excelente imagen). El segundo punto es que, dentro del
sistema burocrático-político-administrativo, quien domina los números domina el
miedo, y por lo tanto, la obediencia, pero quien los confronta será capaz de
poner en jaque toda una estrategia y abrirá la tela del juicio, siguiendo sus
propios intereses, por supuesto.
No se trata de desvirtuar todo lo
que se hace, pero consagrarlo de tal modo que no se puedan hacer preguntas es
la otra cara de la moneda de la ignorancia.